Los mascarones de proa son figuras legendarias decorativas generalmente talladas en madera y ornamentadas o pintadas según la jerarquía de la embarcación. Su uso fue muy generalizado entre los siglos XVI al XIX, pero con la aparición de los buques de acero durante la Primera Guerra Mundial fueron cayendo en desuso. No solo servían como decoración, sino también como identificación tanto del buque como de la sociedad a la que pertenecía. También tiene un origen mítico, desde los vikingos que colocaban figuras totémicas para espantar malignos espíritus marinos hasta los griegos y fenicios con representaciones de dioses para darles confianza y proteger sus aventuras.
Los siglos XVII al XIX fueron épocas de auge en la construcción naval, sus formas, mitad humanas y mitad animales, simbolizaban dioses y mortales. También poseen figuras femeninas o de viejos corsarios, todas ellas de un gran valor decorativo y muy pintorescas que reflejan toda una tradición marinera y a la sociedad de la época. Son representantes de la navegación a vela y los grandes buques de casco de madera, de la época del descubrimiento y las conquistas y las grandes batallas navales. Las medidas iban desde 45 cm hasta verdaderas estatuas de más de 2 metros de altura. Eran objetos muy preciados por los hombres de mar de la antigüedad, elaborados por expertos artesanos inspirados, que esculpían la madera y la decoraban con varias capas de pintura de variados colores. Muchos mascarones de la época de oro, que tomaban los navegantes en sus conquistas, fueron recubiertos con el preciado metal dorado para demostrar su poderío entre los piratas de los mares, muchos de ellos hoy se exhiben como reliquias en los museos del mundo.
Cualquiera sea su forma, los mascarones de proa eran la carta de presentación de los navegantes que se distinguían por su elegancia y espíritu marino.
A lo largo dela historia, los mascarones sirvieron para embellecer las embarcaciones que navegaban y su origen exacto se desconoce pero hay indicios que en sus comienzo fueron creados con fines religiosos o mitológicos y su colocación era una forma de proteger los viajes hacia rumbos desconocidos y enfrentar las adversidades que podía ofrecer el mar. Las figuras representaban la jerarquía del barco por su tamaño según la imagen que exhibían, así las nereidas, sirenas y dioses del Olimpo como Neptuno y Zeus eran los preferidos. Para los vikingos en cambio sus iconos eran grandes cabezas de dragones para provocar terror entre los barcos al cruzarse en el camino con bucaneros y sea una indicación de poder.
Cualquiera sea su forma, los mascarones de proa eran la carta de presentación de los navegantes que se distinguían por su elegancia y espíritu marino. Con el paso del tiempo y el avance de la modernidad, se fue perdiendo la tradición hasta dejar de tener importancia de la que alguna vez se hizo gala, y así muchas piezas se extraviaron y las que todavía se conservan se exhiben con orgullo en grandes colecciones para recordar una historia de esplendor y su protagonismo de su época.
